El Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas: aprendizaje, enseñanza, evaluación (MCER, o CEFR de acuerdo con sus siglas en inglés) es el resultado de un proyecto cuyo documento final fue elaborado por el Consejo de Europa. En él participaron durante más de 10 años un gran número de profesionales del ámbito de la lingüística aplicada y se sustenta, además, en numerosos proyectos, trabajos e informes realizados anteriormente y que han resultado claves para su desarrollo. Asimismo, su presentación coincidió con el Año Europeo de las Lenguas, en el 2001. El Marco pretendía eliminar las barreras que existían en el aprendizaje de lenguas provocado por los diferentes sistemas educativos que existen en los estados de la Unión Europea.
La UE tiene entre sus muchos objetivos en materia de política lingüística que exista una mayor movilidad entre naciones, que se respete la diversidad cultural, la identidad y que haya tolerancia, entendimiento y cooperación entre los diversos países. Por ello, este Marco se convierte en una herramienta más para la consecución de todos estos objetivos.
Si bien se trata de un documento que pretende eliminar o disminuir las diferencias educativas entre países, no pretende convertirse en una herramienta de estandarización. Se persigue que el estudio de lenguas extranjeras tenga como resultado un reconocimiento mutuo de las titulaciones de todos los integrantes de la Unión Europea, pero no conlleva por ello a la dogmatización del aprendizaje de una lengua extranjera. El Marco hace preguntas que invitan a reflexionar a los profesionales, o a toda persona interesada en el estudio de una lengua extranjera, cómo es realmente ese aprendizaje y cómo puedo hacer para mejorarlo; pero en ningún momento responde a esas cuestiones.
Actualmente en España, el aprendizaje de una lengua se realiza de acuerdo a los niveles que dicta este marco (A1, A2, B1, B2, C1 y C2) y que sí han ayudado a la movilidad entre países. Uno de los ejemplos que así lo demuestra es la solicitud del programa ERASMUS +. Cada universidad fija el nivel mínimo de conocimiento de la lengua del país donde el alumnado solicita el intercambio y este nivel se expresa de acuerdo con los parámetros del MECR. Participar todos los países de ese marco, facilita la realización de los exámenes de acreditación en cualquier momento y en cualquier lugar, teniendo siempre el mismo valor.
No obstante, uno de los elementos que posiblemente han marcado más la diferencia en la elaboración de este documento, es que se ha centrado en la acción. Es decir, no se trata de pensar en las estructuras gramaticales o expresiones que se usan en las diferentes lenguas, sino que la principal premisa para su redacción ha sido el punto común de todas ellas: la lengua como puente de comunicación.
La lengua es la herramienta con la que todas las personas, de una forma u otra, nos comunicamos y participamos en la sociedad. No es algo inmóvil que se pueda estructurar de una determinada manera, sino que existen numerosos elementos culturales y determinados sucesos que la van modificando y que provocan la incorporación de nuevas expresiones y vocabulario.
Cuando el MECR decide orientar el aprendizaje de lenguas a la acción, tiene el propósito de centrarse en cómo se desarrolla la comunicación en la vida real y las habilidades que se ponen en marcha para que esta interacción se produzca. Así, las personas encargadas de la elaboración del Marco, han concluido que durante la misma se desenvuelve, principalmente, la competencia lingüística, acompañada de otras más generales; ocurre en un determinado contexto y gira en torno a un tema que va a determinar el uso que se haga de la lengua.
Además, comprende que si todos estos elementos se trasladan a una clase de lenguas extranjeras, se pondrán en práctica a través de una serie de tareas y de actividades. No obstante, la adquisición de ese aprendizaje se produce cuando el/la estudiante pone en marcha los distintos procesos cognitivos, estrategias y conocimientos ya adquiridos. Por tanto, el aprendizaje de lenguas pasa de ser teórico para convertirse en un aprendizaje práctico útil en situaciones de la vida real.
Se puede concluir que lo que se ha hecho durante la elaboración del Marco ha sido aplicar los principios de la Escuela Nueva y abandonar la Escuela Tradicional. Esto es: el proceso de enseñanza/aprendizaje va a tener como punto de referencia situaciones reales, donde es necesario un rol activo del alumnado que coopera con el profesorado (el cual se convierte en un guía del proceso) y la práctica de la lengua extranjera se convierte en el vehículo que me permite alcanzar el aprendizaje.
No obstante, aunque el Marco sí recoge diferente metodología, explica cómo se podría variar la dificultad de una tarea y hace preguntas con respecto al rol del profesorado, alumnado, medios audiovisuales, textos, tareas, actividades y estrategias, no se decanta por una u otra. La razón: es consciente de que el proceso de enseñanza/aprendizaje debe adaptarse al alumnado y a los recursos que se tengan disponibles, entre otros elementos.
Por ello, cuando se explican los niveles en los que se ha dividido el aprendizaje de las lenguas, son conscientes de que son arbitrarios porque el aprendizaje es siempre continuo e individual, nunca es igual para dos personas. A pesar de esto, es una herramienta que, a través de las numerosas tablas donde se explican estos niveles de acuerdo con un determinado parámetro, resulta de gran utilidad para marcar objetivos, decidir el desarrollo de una clase, adaptarse al alumnado y a los recursos disponibles o hacer una evaluación.
Es un documento que por su densidad resulta difícil trabajar con él día a día, pero ha permitido unificar criterios de aprendizaje a nivel europeo de manera integradora, transparente, coherente, flexible, abierta, fácil, dinámica y de forma no dogmática con una finalidad múltiple. Todos estos elementos que se acaban de mencionar representan los criterios que se siguieron para su elaboración y que, a mi modo de ver, se han alcanzado con creces.